Os voy a contar acerca de cómo llegué a donde estoy.
Soy una auxiliar titulada, además de un intento de odontóloga
que terminó enamorada de la enfermería.
Creo que tienen razón cuando dicen: “enfermera se nace, no se hace”. Mi vocación siempre ha estado ahí,
pero no lo he sabido hasta ahora. En mi primer día de prácticas tenía la cabeza
como un puzzle, toda la información recogida durante este año y medio de
estudio revoloteaba por todos lados… esas notas de papel que se evalúan se revolvían
en mi cabeza como si pudieran hablar, intentar plasmar mis conocimientos con
personas de verdad, personas que a fin de cuentas confían en ti, este era mi
mayor reto.
Esa sonrisa tonta de chica novata, que con voz baja se
presenta un poco nerviosa, si… intentando quitar el miedo al paciente, porque
para miedo ya es suficiente con el tuyo.
Te ves en una planta donde no conoces nada ni a nadie,
excepto tus dos compañer@s también novatos, (diferentes evaluadores, diferentes
maneras de trabajar, mucho aprendizaje que adquirir, mil nombres de
medicamentos que asimilar y a todo esto sin dar farmacología). Crees que tu cabeza
va a estallar, tus pies te duelen, el calor de la calefacción … pero el ansia
de aprender, la admiración a l@s profesionales que te enseñan, la paciencia y sonrisa del paciente te hacen olvidar todos los inconvenientes.
Al final, te das cuenta que lo más importante es que muchas
veces un buen gesto, unas buenas tardes, una simple presentación, hacen más que
1000 cuidados.
Descripción gráfica de mi cabeza el primer día de prácticas
Comentarios
Publicar un comentario